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Manuel García Morente, filósofo español |
En un artículo sobre la vida del filósofo, el padre José María Montiu de Nuix relata que estando García Morente exiliado en Francia durante la Guerra Civil española, y en medio de una profunda depresión, se dispuso a escuchar música. La melodía de “La infancia de Jesús”, de Berlioz lo cautivó.
El padre Montiu señaló que “fue con motivo de tan tierna belleza musical que por su extraordinario cerebro empezaron a desfilar diversas imaginaciones. Una de ellas le impresionó especialmente: Cristo crucificado abrazando con su afectuoso cariño a los que sufren, a los pobres dolientes”.
El propio filósofo español relató, en vida, que en esa ocasión “en mi alma (estaba) la visión de Cristo, de Cristo hombre, clavado en la Cruz en una eminencia dominando un paisaje de inmensidad, una infinita llanura pululante de hombres, mujeres, niños, sobre los cuales se extendían los brazos de Nuestro Señor Crucificado”.
“Los brazos de Cristo crecían, crecían y parecían abrazar a toda aquella humanidad doliente y cubrirla con la inmensidad de su amor; y la Cruz subía, subía hasta el Cielo y llenaba el ámbito todo y tras de ella también subían muchos, muchos hombres y mujeres y niños”.
Para el padre José María Montiu, en ese momento al filósofo español “se le cayeron las escamas de los ojos, llegando así a alcanzar la certeza plena de que Jesucristo es verdadero y perfecto Dios”.
“Después de haber descrito durante tantos decenios un arco intelectual constituido en todos sus puntos por la negación de la divinidad de Jesucristo, se encontró alcanzado y cazado por la pacífica, alegre y feliz flecha de la verdad”.
Según escribe el sacerdote, a la mañana siguiente del episodio místico, García Morente, “como respuesta de amor a Cristo decidió ser sacerdote”.
El filósofo español recibió el orden sacerdotal en 1940, y falleció dos años después, luego de una cirugía que no debía significar mayor riesgo.
El padre Montiu señaló que “en la conversión de Morente se revela más fuerte la cátedra de la cruz, cátedra de caridad, que los falsos prejuicios respecto a la religión de las altas castas intelectuales, cátedra de la prepotencia, y la resplandeciente y fulgurante cruz de oro de Cristo, signo de su amor, incrustada en toda la bóveda celeste, sigue conquistando los corazones”.