martes, 1 de noviembre de 2011

La vida se cuida a brazo partido en los barrios pobres

Gualeguaychú (Entre Ríos), 1 Nov. 11 (AICA)
Familia humilde del
Gran Buenos Aires
El obispo de Gualeguaychú, monseñor Jorge Eduardo Lozano, destacó que “la vida se cuida a brazo partido en los barrios más pobres del país”, al difundir el testimonio de mujeres de las villas de emergencia que, “afianzadas en la sabiduría popular de sus madres y abuelas, reman contra corriente con un firme compromiso para cuidar la vida con un respeto sagrado”.

     El prelado pidió mirar a esas mujeres, muy jóvenes y muy pobres, que decidieron tener a sus hijos” y citó el caso de una joven que trabajaba en el servicio doméstico de una familia con un buen pasar económico y que, al contarle a su patrona de su embarazo, le propuso “sacárselo” a condición de perder el trabajo. “Señora, siempre fui pobre, nunca tuve nada y usted me quiere sacar lo único que es mío”, fue la respuesta de la joven.

     “Y así, con una lágrima sagrada y manteniendo íntegra y fuerte su dignidad de mujer, dejó aquel trabajo y quedó sola sin nada ni nadie, en la calle. Hoy ha encontrado un lugar para vivir y tiene a su hijo con ella; lo deja en una guardería y trabaja todos los días. Su sonrisa brilla, su corazón se agiganta cuando sabe que va llegando a su casa y que su hijo la espera para agradecerle el simple hecho de vivir”, valoró.

     El obispo pidió también pensar “en esa adolescente de sólo 14 años que, habiendo quedado embarazada de su primer noviecito, decide encarar a sus padres para contarles y recibe gritos, acusaciones y reproches. Con dolor en su alma de niña escucha de ellos mismos la propuesta atolondrada y alienante de ‘quitarse el bebé’. La niña con corazón de madre, sintiendo que el mundo se desmorona sobre sus hombros, grita dejando salir ese rugido feroz y maternal: ‘aunque tenga que tener a mi hijo en la calle, yo quiero tenerlo’”.

     “Sin duda  -subrayó-  que aquel coraje de madre primeriza hizo sufrir mucho a los padres quienes hoy, mirando a su nieto, le piden perdón a Dios por haber pensado en aquella siniestra posibilidad”.

     Monseñor Lozano reclamó, además, mirar también a “esa chica de 23 años; trabajadora, estudiosa y criada en una familia numerosa tan pobre como digna en su vivir. Ella viene transitando un noviazgo largo y desgastado de años con un muchacho igual de bueno, honesto y sacrificado que ella. Queda embarazada y ella siente que su relación de noviazgo no está preparada para fundar una familia entonces empieza a morder en su conciencia la idea de abortar”.

     “Este pensamiento  -afirmó-   cobra cada vez más presencia en su interior y va conquistando su libertad. Empieza a preparar el escenario económico y a disponer la organización para concretar la decisión; todo parece estar aparentemente acomodado. El maquillaje de sus justificaciones ha dejado sedada su conciencia y ha anestesiado toda su maternidad; la pulseada parece haberla ganado la falsedad de sus argumentaciones egoístas”.

     El obispo gualeguaychense completó el relato: “Sin embargo, un día mira un bebé en brazos de su madre mientras viaja a su trabajo y de pronto aflora en su corazón todo un mundo de recuerdos y sentimientos muy vinculados a la vida, a la familia y a la fe en la que ha crecido. El motor interior de su memoria espiritual le da fuerzas para repensar su decisión, se acerca a su madre, lo comparte con ella y al decirlo reconoce la gravedad de la decisión que está tomando y entonces se desarma en un llanto profundo y desconsolado. Gracias a Dios esta mujer llegó a tener su hijo, hoy lo cría con su marido y piensan en tener muchos hijos más; la crisis de su noviazgo era quizá no animarse a formar una familia; gracias a Dios pudo escuchar su corazón de madre y dejarse conducir por ese hijo hacia la paz”.

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