En primer lugar, comparte con “el pueblo que peregrina en la diócesis de Río Gallegos”, su “profunda alegría” y “sincera acción de gracias a Jesús Resucitado” porque lo volvió a “elegir para ser pastor de su Pueblo”.
“El 31 de enero de 1980, fiesta de San Juan Bosco, fue el día en que le dí al Señor mi sí definitivo a su llamado y decidí ser sacerdote. A los pocos días, el 18 de febrero de ese mismo año, ingresé al seminario de la diócesis de San Isidro. Ayer se cumplieron 31 años de esos acontecimientos y vuelvo a vivir unos primeros días de febrero tan intensos como aquellos”, comenta el obispo electo.
Por otro lado, recuerda que “el 6 de diciembre del año pasado cumplimos con el padre Néstor Cruz García, hoy párroco en Trelew, Chubut, nuestros 25 años de ordenación sacerdotal. Lo celebramos con mucho gozo, el mismo 6 de diciembre en Trelew, y el 9 de diciembre en Asunción de la Virgen, Olivos, Buenos Aires. Nuestra celebración jubilar culminó con un viaje que hicimos a México y Cuba. En la basílica de Nuestra Señora de Guadalupe sentí una atracción muy especial de la Virgen, cuando contemplamos la Tilma de Juan Diego donde quedó grabada su imagen”, y agrega que “al regresar a San Isidro, justo el día que retomaba mis tareas en el obispado, recibí el llamado del nuncio apostólico quien me citó para comunicarme la decisión que el Papa había tomado”.
Monseñor D'Annibale expresa que “hasta hoy fueron días de silencio y oración, meditando el llamado del Señor; días de alegría y de gozo por la misión que se me encargaba; días de preparar el desprendimiento que se avecina al dejar esta Iglesia de San Isidro que me engendró en el ministerio y que tanto quiero; días de mirar por largo rato la página web de la diócesis de Río Gallegos para conocer la que en poco tiempo será también mi casa”.
Asimismo, comparte a los fieles: “En mi corazón siempre estuvo el deseo de la misión. Estaba ofrecido para ir a Cuba desde los comienzos de la misión que la diócesis de San Isidro tiene allí” y también su “pasión por los viajes, las distancias y por disfrutar de los paisajes patagónicos”.
“Todo esto aflora ahora y se une a mi envío misionero a la diócesis de Río Gallegos, que tiene como patrono a San Juan Bosco, fundador de los salesianos, a quienes les debo toda mi formación en mi época del colegio secundario. Allí voy, dispuesto a colaborar con su pastor, monseñor Juan Carlos Romanín SDB, y con todos ustedes, Pueblo de Dios que peregrina en esa diócesis, que este año cumple 50 años de vida, en la tarea de anunciar el Reino”, concluye.
Texto completo de la carta
Lo necesitábamos, lo reclamábamos, lo esperábamos
Al mismo tiempo recuerda unas palabras que el cardenal Eduardo Pironio dirigió a sus fieles en circunstancias semejantes a través de una exhortación pastoral: “Cuando los problemas son amplios y complejos, cuando las distancias son muchas, cuando los límites personales de un pastor lo reclaman, es urgente y necesaria la presencia de un cohermano obispo que haga más pronto, inmediato y eficaz el servicio al Pueblo de Dios”.
El siervo de Dios también expresaba: “El obispo auxiliar no está hecho para ‘suplir’ al obispo residencial, sino para ‘multiplicarlo’. Fundamentalmente es el Pueblo de Dios, la diócesis entera, quien primariamente experimenta el beneficio de un obispo auxiliar. Sabe que puede contar con más frecuencia e intimidad con la eficacia directa del carisma episcopal”.
Monseñor Romanín manifiesta por último recibir este nombramiento “como una gracia” y destaca que “es evidente que una responsabilidad compartida, una cruz solidariamente llevada, serena y da más ánimo”.
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